Podría decirte que nunca he faltado. Para mí, venir a la Tómbola, es casi como ir a trabajar. Y digo casi, porque sin duda, aquí me lo paso mucho mejor… ¿Quién no se lo pasa bien en un lugar como este?
Empezó yendo, a finales de los 90, con sus tres amigas de la niñez: Isabel, Isa e Idoia. Cuando quedaban aquellos lunes, no hacía falta que ninguna dijera dónde tenían que ir: las amigas, se iban derechas al Paseo de Sarasate.
¡Fíjate! Cada vez que pienso que esta costumbre la empezamos allá por el siglo XX… ¡Me entra la risa! Quedábamos las cuatro, para tomar algo y jamás podía faltar la visita a la Tómbola… ¡No te puedes imaginar lo bien que lo pasábamos!
Con los años, aunque siguen siendo intimas amigas, sus caminos tomaron otros rumbos y hoy en día, Silvia, es la única que sigue yendo cada lunes como manda la tradición…
Sigo viniendo con la misma ilusión. Nunca me ha tocado un premio gordo, pero da igual. El fin es lo importante. Estoy segura que aportando mi granito de arena, en todos estos años, he ayudado a aquellas personas que más lo necesitan.
Esta vez, se llevó a casa una caja de galletas y dos pañuelicos rojos de San Fermín. Aunque su sonrisa, era la de aquella a la que le ha tocado un coche…
Los pañuelicos, para dos amigos que vienen este año de Santander… ¡Ya no tengo que preocuparme de ir a la tienda a comprárselos!
Da gusto conocer a personas como Silvia. Una mujer que abre cada boleto como si fuera cualquiera de los regalos que le hacen para su cumpleaños… Un mujer llena de ilusión.
Algún día recordaré todas las alegrías que me ha dado y me da este lugar. Recordaré a mis amigas y la felicidad que nos producía venir aquí las cuatro juntas.